Etimología de ‘trabajo’
Etimología de
‘trabajo’
Trabajo viene del
latín tripalium, que significaba literalmente ‘tres palos’ y era un instrumento
de tortura formado por tres estacas a las que se amarraba al reo.
Mediante una
evolución metonímica, adquirió el sentido de ‘penalidad, molestia, tormento o
suceso infeliz’ (Diccionario de la lengua española: trabajo, 9.). Es decir,
este nombre pasó de designar un instrumento de tortura a referirse a uno de los
efectos de la tortura: el sufrimiento. Esto supuso perder los rasgos más
específicos del significado: ya no hay aquí maderas, ni se ata a nadie a ningún
sitio. Eso es lo que significa en este ejemplo de finales del siglo XVII:
[…] quando veais que
Dios envía trabajos, hambres, necesidades y guerras, no os aflijáis ni penséis
que Dios no se acuerda de vosotros, que no ay quando más os quiera que el dia
que os dà trabajos: ya la persecución, ya la enfermedad, ya la muerte del padre,
ya la del marido, ya la pobreza […] [Cristóbal Lozano: El Rey penitente: David
arrepentido, 3.ª impresión, Valencia, 1698].
Si el sufrimiento
lleva unida una retribución económica, ya está aquí nuestro actual concepto de
trabajo. Se trata nuevamente de una evolución de índole metonímica, pues el
sufrimiento está presente en cualquiera de las actividades con las que nos
ganamos el pan. Pensemos, sin ir más lejos, en los trabajos tradicionales del
campo. Cualquiera que haya vendimiado sabe lo que es el dolor de riñones,
helarse por la mañana, sudar al mediodía, mojarse cuando llueve…
No, si al final va a
resultar que tampoco se está tan mal en la oficina… ¿o sí?
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